23 oct 2009

Historías de tren (II)

Viernes
Hoy como todos los días suena el despertador, te duchas, desayunas y apagas el ordenador antes de salir a la calle. Una vez allí te encuentras con la misma gente, pero hoy es diferente hoy es viernes y eso se nota.
Parece curioso pero los viernes la gente cambia. Para empezar no se si es una paranoia mía, pero creo que los viernes la gente utiliza menos el tren, aprovecha a coger el coche para salir del trabajo e irse de fin de semana (cuando iba al trabajo en coche el viernes era el peor día).
Una vez en el tren encontrar un asiento a la misma hora que el día anterior es mucho mas fácil. Hoy también consigo sentarme, ojeo el periódico gratuito y al llegar a la sección que hacer este fin de semana, se me dibuja una sonrisa en la cara cual rodaja de sandía.
Alzo la cabeza y doblo el periódico. Me incorporo un poco y lo deposito en el espacio destinado a las maletas para que los siguientes viajeros (menos madrugadores que yo) tengan la oportunidad de leerlo.
De repente me percato de lo que sucede. Silencio. No se oye absolutamente nada. El grupo de señoras que antes comentaban las excelencias de sus hijos se ha evaporado. Acto seguido me doy cuenta.
El tren se ha convertido en un mar de cuellos doblados hacia los costados, cabezas apoyadas sobre los brazos, ojos cerrados... Muy poquita gente ha sobrevivido al ataque esta mosca tsé tsé llamada cansancio de viernes.

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